Tumbada en mi cama, pensaba en el tiempo que hacía que no contactaba con mis amigas del pueblo, eran un poco neuróticas, quizá algo descuidadas y con tendencia a la bipolaridad, pero, al fin y al cabo, fueron mi gran inspiración en su momento, y ahora que había llegado a lo más alto de mi carrera, las había apartado. Bueno, quizá también había influido mi fobia a los extranjeros, ya que el pueblo era un sitio muy visitado por turistas de todas partes, y bueno sí, es algo extraño, pero tengo xenofobia, le tengo un pánico horrible a los viajes por que se que me voy a encontrar totalmente rodeada de extranjeros y me voy a sentir supermal. Una vez fui a un spa, me daban tirones en la espalda cada dos días así que fui a relajarme y a pasar unos días de hidromasajes y me gasté 60 pavos en una sesión de chocolaterapia. En mitad de la sesión, entró un extranjero a traerle algo al hombre que me hacía el masaje, yo, abrí mucho los ojos, cogí mi ropa, me relié la toalla alrededor del cuerpo, y salí por patas de la sala.
No he pasado más verguenza en mi vida... cuando me vi en medio del spa, sin ropa, corriendo como una pirada, quise desaparecer del mundo, menos mal, que no usé mi nombre real para dirigirme a la gente, si no un pseudónimo para que nadie reconociese mi nombre. No estaba en condiciones de salir corriendo cuando una maraña de fans enloquecidos y heterosexuales con las hormonas revolucionadas venga detrás de mi para hacerse fotos conmigo y destrozarme la ropa a tirones.
Un ronroneo me sacó de mis pensamientos, Cazy, mi gata, se había subido a mi cama para que la acariciase.
Sonreí, me di cuenta de que me había metido tanto en mis pensamientos, que ya ni me acordaba de cuando había llegado a casa, ni de la hora que era.
Las 6:30 de la mañana.
Hora de levantarse y ponerse a escribir.
¿Que tocaba hoy?
¿Homicidios, aventuras, suicidios por romances imposibles...?
Bueno, eso lo decidiría sobre la marcha, ahora lo que importaba, es que tenía menos de 4 meses para terminar la segunda parte de mi libro, ese que me había echo tan famosa, ese que escribí gracias a mis amigas del pueblo, esas neuróticas alocadas, ese que hace que cada vez que salga a la calle un montón de adolescentes con las hormonas revolucionadas me persiga allá donde vaya, ese por el cual ya no tengo intimidad ni en mis momentos más familiares.
Ese, por el cual estoy escribiendo esto, un pequeño texto sobre mis pensamientos, sobre lo que siento, lo que era y en lo que me he convertido.
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